25 mar 2014

El niño

Una vez un niño fue a la escuela. Él era bien pequeño y la escuela era bien grande, pero cuando el niño vio que podía ir a su clase caminando directamente desde la puerta de afuera, se sintió feliz y la escuela no le parecía tan grande así.

Una mañana, cuando hacía poco que estaba en la escuela, la maestra dijo:
–Hoy vamos a hacer un dibujo.
–Bien –pensó él.

Le gustaba dibujar, podía hacer todas las cosas: Leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y barcos… y tomó su caja de lápices y comenzó a dibujar.

Pero la maestra dijo:
–¡Esperen! ¡No es hora de comenzar!
Y él esperó hasta que todos estuviesen prontos.
–¡Ahora! –dijo la maestra. Vamos a dibujar flores.
–¡Bueno! –pensó el niño.

Le gustaba dibujar flores y comenzó a hacer bonitas flores con lápiz rosa, naranja, azul.
Pero la maestra dijo:
–¡Esperen! Yo les mostraré cómo se hacen. ¡Así! –dijo la maestra y era una flor roja con tallo verde.
–¡Ahora sí! –dijo la maestra. Ahora pueden comenzar.


El niño miró la flor de la maestra y luego miró la suya. A él le gustaba más su flor que la de la maestra pero no reveló eso. Simplemente guardó su papel e hizo una flor como la de la maestra. Era roja, con el tallo verde.

Otro día cuando el niño abrió la puerta de afuera, la maestra dijo:
–Hoy vamos a trabajar con plastilina.
–¡Bien! –pensó el niño.
Él podía hacer todo tipo de cosas con plastilina: Víboras y muñecos de nieve, elefantes y rabitos, autos y camiones. Y comenzó a apretar y amasar la bola de plastilina, pero la maestra dijo:
–¡Esperen! No es hora de comenzar.
Y él esperó hasta que todos estuviesen prontos.
–¡Ahora! –dice la maestra. Nosotros vamos a hacer una víbora.
–Bien –pensó el niño. A él le gustaba hacer víboras. Y comenzó a hacer unas de diferentes tamaños y formas.

Pero la maestra dijo:
–¡Esperen! Yo les mostraré cómo hacer una víbora larga. ¡Así! –dice la maestra. Ahora pueden comenzar.
El niño miró la viborita de la maestra. Entonces, miró las suyas. A él le gustaban más las suyas que la de la maestra, pero no reveló eso. Simplemente amasó la plastilina, en una gran bola, e hizo una viborita como la de la maestra, que era una víbora larga.

Así y luego el niño aprendió a esperar y a observar y a hacer las cosas como la maestra, luego ya no hacía las cosas por sí mismo.

Entonces sucedió que el niño y su familia se mudaron para otra casa, en otra ciudad, el niño tuvo que ir a otra escuela. Esa escuela era mucho mayor que la primera, entonces había puerta afuera. Para llegar a su salón tenía que subir algunos escalones y seguir por un corredor largo para finalmente llegar a su clase.
Y justamente en el primer día que él estaba allí, la maestra dijo:
–Hoy vamos a hacer un dibujo.
–Bien –pensó el niño. Y espero a la maestra para que le dijera cómo hacer.

Pero ella no dijo nada, apenas andaba por el salón. Cuando se acercó al niño ella dijo: –¿Tú no quieres dibujar?
–Sí –dijo el niño– pero, ¿qué vamos a hacer?
–Yo no sé, hasta que tú lo hagas –dijo la maestra.
–¿Cómo lo haré? –dijo el niño.
–De la manera que tú quieras.
–¿Y de cualquier color? –preguntó él.
–De cualquier color –dijo la maestra.

Si todos hiciesen el mismo dibujo y usasen los mismos colores, ¿cómo podría yo saber quién hizo qué? ¿Y cuál sería de quién?
–Yo no sé –dice el niño, y comenzó a hacer una flor roja, con el tallo verde.

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Helen E. Buckley